Raúl Romero
sábado, 12 de agosto de 2017
- sábado, agosto 12, 2017
- Juan Antonio Arcos Sánchez
- Política y Sociedad
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Raúl Romero
La edición americana del diario El País dedica nuevamente su primera plana a la Crisis en Venezuela. La fotografía principal es muy llamativa: en lo que pareciera ser un salón de clases, cinco jóvenes –todos hombres–, permanecen sentados sobre sus pupitres. Sus rostros están cubiertos con máscaras antigás y otros objetos. Uno de ellos destaca sobre los demás. Lleva puestos unos tenis color azul de la marca Adidas y en su sudadera, también azul, sobresale en color naranja el símbolo de Nike. Su boca está protegida por un respirador antigás y el resto de su cabeza se encuentra cubierta con una máscara del personaje emblema de The Walt Disney Company, Mickey Mouse. Dos muletas y una pierna vendada terminan por destacar la heroicidad del personaje. La imagen bien podría inspirar a Naomi Klein para hacer un agregado a su célebre libro No logo: el poder de las marcas.
El pie de foto señala que los jóvenes son integrantes de La Resistencia, un grupo de estudiantes universitarios que protesta contra el gobierno de Nicolás Maduro. El reportaje que le acompaña, La rebelión de los encapuchados, se esfuerza en presentarlos como héroes que enfrentan sin armas letales al gobierno. Lo que el reportaje no dice, es que son grupos como éste los responsables de prender fuego a 19 personas por considerarlas chavistas. Nada nuevo en la línea editorial de dicho diario, referente y espacio de opinión predilecto de las derechas de Latinoamérica.
Tampoco es nuevo que se quiera presentar a jóvenes y estudiantes como el rostro fresco de la oposición en Venezuela. El fenómeno responde a una estrategia de largo plazo lanzada desde los primeros años de la Revolución Bolivariana. Veamos.
Luego de que la resistencia popular de aquel país lograra echar atrás el golpe de estado de 2002, restableciendo a su legítimo gobierno encabezado por el comandante Hugo Chávez, los organismos estadunidenses que impulsaron el golpe tuvieron que hacer ajustes en su estrategia. Fue así como la Agencia del Desarrollo Internacional de Estados Unidos, la Fundación Nacional para la Democracia, el Instituto Republicano Internacional, y la Agencia Central de Inteligencia se dieron a la tarea de invertir millones de dólares para crear y financiar organizaciones de la sociedad civil que reclutaran nuevos cuadros. El sector juvenil y estudiantil tuvo prioridad.
Eva Golinger, una de las especialistas más documentadas sobre las políticas injerencistas de EU contra Venezuela, escribió que el Instituto Albert Einstein había entrenado a estudiantes y jóvenes venezolanos, así como a otros miembros de la oposición, para que, usando el discurso de la no violencia, los derechos humanos y la libertad de prensa; desarrollaran habilidades para restaurar la democracia en Venezuela. Dicho instituto reconoció estos hechos en su reporte de actividades 2000-2004.
Tanto el instituto como su gurú Gene Sharp y uno de sus principales operadores, el coronel retirado Robert Helvey, han estado varias veces bajo el escrutinio de periodistas y analistas políticos. Se les acusa de apoyar luchas que favorecen a los intereses de los gobiernos de EU. También se les ubica como los principales referentes teóricos y prácticos de las revoluciones de colores o golpes suaves. Públicamente Sharp ha negado que él o su instituto reciban financiamiento de gobiernos, pero guardan silencio cuando se les asocia con financiadoras y organizaciones que median entre el gobierno de EU y el instituto. Además, Sharp y su instituto también ocupan a sus antiguos alumnos destacados para recibir financiamientos y entrenar nuevos cuadros. Así lo admitió Srda Popovic, alumno de Sharp y fundador del movimiento serbio Otpor, artífice del derrocamiento del presidente de la entonces República Federal Yugoslava. Popovic también ha aceptado más de una vez trabajar con la oposición en Venezuela.
Por su parte, Roberto Alonso, otro militante antichavista y fundador –desde Miami– del Movimiento de Resistencia Nacional de Venezuela, ha dicho que su corriente se inspira en las doctrinas de Sharp, al tiempo que se adjudica la creación de las guarimbas, expresiones organizativas que entre 2013 y 2014 provocaron la muerte de cientos de personas, esto según denuncias del Comité de Víctimas de las Guarimbas y el Golpe Continuado.
Algunos de los cuadros reclutados y entrenados por el instituto de Sharp fueron, en 2007, los principales líderes del movimiento estudiantil Manos Blancas, el cual fue ampliamente cubierto por medios internacionales de comunicación abiertamente antichavistas. Tres de los principales líderes de aquel movimiento hoy son activos militantes de la oposición: Yon Goicoechea, ganador del premio Milton Friedman para el Avance de la Libertad, Freddy Guevara y Stalin González, ambos diputados en representación de la Mesa de Unidad Democrática.
Basta con echar un ojo a la historia de América Latina y a la historia reciente de Venezuela para saber quién aviva el conflicto hoy y está detrás de grupos como La Resistencia. Si quedaran dudas, siempre será bueno releer los libros y cronologías del gran Gregorio Selser para entender que las intervenciones de EU en América Latina son una constante.
El gobierno de Nicolás Maduro enfrenta graves complicaciones, pero hay que preguntarnos qué proceso que se proponga cambios radicales está exento de contradicciones. Además, hay que aceptar que si el gobierno de Maduro se sostiene es porque hay millones de personas organizadas en colectivos, comunas, sindicatos, etcétera, que le mantienen ahí. Son ellos y ellas las que desde el inicio han defendido su proceso en las calles, los que están dispuestos a defender las escuelas, las casas-habitación, los hospitales y muchos otros logros de su revolución. Hay que mirar abajo, al pueblo combativo que apostó por la paz por medio de la Constituyente, ese pueblo que reclama la profundización de la revolución. Sin duda este es el mejor momento para seguir avanzando hacia el gran sueño de Chávez: la construcción de un Estado Comunal.
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